Cada día, al despertar, nos levantamos, abrazamos a nuestros seres queridos y nos dirigimos a realizar nuestras labores cotidianas. Sin embargo, esto no es tan sencillo para todos. Existe una población que, como resultado de un accidente, una enfermedad, un derrame cerebral o una amputación, entre otras causas, tiene dificultades para llevar a cabo las actividades diarias o movilizarse de forma independiente.
Muchos deben utilizar una silla de ruedas, un medio que las personas con problemas de locomoción usan para desplazarse de un lugar a otro, tal como señala Joslyn Guerra en el Atlas Social de Panamá.
La Ley No. 42 del 27 de agosto de 1999, en su artículo 3, define el término discapacidad como una “alteración funcional, permanente o temporal, total o parcial, física, sensorial o mental, que limita la capacidad de realizar una actividad en el ser humano”, según la información proporcionada por la Caja de Seguro Social en su sitio web.
De acuerdo con cifras de 2016 proporcionadas por el Departamento de Integración Socioeconómico de las Personas con Discapacidad del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel), el 11,3% de la población del país, lo que equivale a unos 370 053 panameños, padece algún tipo de discapacidad, según un reporte de Emilia Zeballos para el periódico El Siglo.
La inclusión de las personas con discapacidad en Panamá está lejos de lograrse de manera plena. Este sector suele tener menos oportunidades, su acceso a la educación es a menudo deplorable y con frecuencia sufre las tasas de pobreza más altas del país.
Pongamos el foco en aquellos que utilizan sillas de ruedas. A ellos les resulta difícil trasladarse por las aceras de Panamá debido a que estos espacios públicos están incompletos o no son aptos para quienes tienen movilidad reducida. Y cuando hay aceras en buen estado, a menudo están obstaculizadas por vehículos estacionados en lugares inapropiados.
Temístocles Díaz, exministro consejero en Asuntos de Salud, afirmó en una ocasión al periódico Mi Diario que la capital panameña no es una ciudad amigable para esta comunidad en crecimiento.
Más allá de las dificultades que enfrentan, no debemos caer en el error de creer que son inferiores y que no pueden vivir de forma independiente. La panameña Fanny Wong es un ejemplo digno de que sí se puede lograr.
A pesar de padecer parálisis desde los cinco años, Fanny decidió continuar sus estudios y convertirse en una activista a favor de las personas con discapacidad. Además, ha publicado libros, ha participado en diversos programas de televisión y ha colaborado en la creación de leyes en beneficio de este grupo de ciudadanos, demostrando que es una muestra de la gente valiosa que tiene la sociedad panameña.
En Panamá se han implementado cambios y acciones en beneficio de las personas con limitaciones físicas, como leyes, decretos e incluso el desarrollo de tecnología. También se han hecho mejoras en la infraestructura en algunos puntos de la capital, como la restauración de aceras con líneas de seguridad y puntos podotáctiles que indican las intersecciones, así como señales audibles.
Estos avances han permitido que poco a poco esta población se sienta más incluida en la sociedad. Sin embargo, hay que señalar que aún falta mucho por recorrer para que no solo quienes se movilizan en sillas de ruedas, sino cualquier persona con discapacidad, pueda gozar plenamente de sus derechos.
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