La razón para vivir

 avatar
Alessandra Hernandez

Ricardo nació el 14 de enero de 2010. Fue el primer hijo varón de la familia, y todos esperaban con emoción su llegada al mundo. Aunque el embarazo de su madre estuvo lleno de complicaciones, él resultó ser un niño sano y fuerte.

Su crecimiento transcurrió con normalidad hasta los dieciocho meses, cuando sus padres empezaron a notar cambios en su comportamiento, como el hecho de que había dejado de hablar. Al darse cuenta de esto, decidieron llevarlo a varios especialistas, pero ninguno pudo dar un diagnóstico claro.

Después de muchos exámenes, conocieron a la doctora Carmen Báez, quien realizó una valoración acertada: presentaba trastorno del espectro autista (TEA), una condición que se caracteriza, entre otras cosas, por la pérdida del habla y la irritabilidad ante sonidos fuertes.

El dolor por la noticia llenó los corazones de sus seres queridos, quienes no sabían cómo lidiar con esta nueva realidad. Se sentían perdidos, como si estuvieran en un camino oscuro sin saber a dónde ir. Pero fue en ese momento cuando comenzó el sendero de la familia para entender el autismo y, a su vez, replantearse el sentido de la vida.

La familia de Ricardo siempre ha estado unida por lazos fuertes. Aunque la noticia fue desgarradora, nunca se rindieron. Se apoyaron mutuamente para que el pequeño mejorara su comunicación y desarrollara su potencial. Conocieron a personas con un gran corazón que veían más allá de la condición y reconocían a un niño lleno de oportunidades. Sin embargo, también encontraron quienes solo veían a un chiquillo supuestamente incapaz, como alguien que una vez dijo: "un niño que no lograría nada".

A pesar de los diagnósticos pesimistas, sus padres estaban convencidos de que, juntos, encontrarían la luz al final del túnel, porque los milagros ocurren cuando menos se esperan.

Los momentos difíciles que atravesó la familia de Ricardo fueron muy duros; tan intensos que no encuentran palabras suficientes para describir el sentimiento de angustia que experimentaban cada vez que el pequeño sufría un ataque de estrés. Sus padres aprendieron que las heridas internas duelen más que las externas, pues ver a un hijo en ese estado sin poder calmarlo hace cuestionar la capacidad de un adulto responsable de la salud de un niño.

Sus progenitores se concentraron en lo positivo. Claro está, no siempre fue fácil. Hubo momentos en los que se preguntaron si podrían superar esta prueba, y lo único que tenían para seguir luchando era su fe en el futuro. A pesar de las adversidades, nunca perdieron la esperanza, y Ricardo ha salido adelante, avanzando con sus terapias para mejorar la comprensión, la comunicación, la conducta y la independencia.

El tiempo pasa. Su familia aún continúa en el proceso de entender el autismo, pero han aprendido que el sentido de su existencia es ver lo positivo en la vida, porque a veces los pequeños detalles pueden cambiarlo todo, y son la causa de las lágrimas y la razón de la felicidad. Cada uno decide qué sentimiento prevalecerá al final.

¿Quieres participar?

¡Inscríbete en El Torneo en Línea de Lectoescritura (TELLE) y apoya a los escritores evaluando sus crónicas!

Inscribirme

Apoya a los jovenes

¿Sabías que puedes apoyar a los jóvenes escritores con la compra de sus libros de crónicas?

Ser parte de la historia