"La única discapacidad en la vida es una mala actitud": Scott Hamilton (músico de jazz estadounidense).
Hay quienes disfrutan de una vida convencional y tranquila, pero otros han recibido un giro desconcertante: tienen una condición que afecta no solo su vida, sino también la de sus familiares en todos los aspectos.
Centrémonos en la discapacidad intelectual. Este es un término que se utiliza cuando una persona no tiene la capacidad de aprender al nivel esperado o no siempre logra realizar las actividades más comunes y corrientes. "Es una condición de desarrollo caracterizada por un funcionamiento intelectual significativamente inferior al promedio y limitaciones en habilidades adaptativas", según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estas personas pueden presentar problemas de comportamiento, como gritar de manera incontrolable o ser hiperactivas. También pueden mostrar falta de motivación y vivir en un completo aislamiento social.
Saber que algún compañero o un desconocido no tiene la misma capacidad de pensamiento que nosotros puede ser desolador. Si prestamos más atención, podríamos darnos cuenta de los constantes esfuerzos que hacen las personas con discapacidad intelectual. Acercarnos a ellos sin prejuicios nos lleva a descubrir que son seres maravillosos.
Al incluirlos en nuestras actividades, les brindamos un gran apoyo, les ayudamos a luchar contra sus desafíos y les demostramos que para nosotros son muy valiosos, y que ninguna circunstancia los hace menos importantes que los demás. Cuando formamos un vínculo con ellos y les ofrecemos lealtad y cariño, responden con todo su amor porque sienten que han encontrado a alguien en quien confiar y apoyarse.
Estos pacientes reciben terapias constantes con el fin de desarrollar su sistema nervioso. Para ellos, también es útil la intervención asistida con animales, ya que potencia sus movimientos voluntarios y mejora su relación con el entorno. Además, incluir la estimulación cognitiva, que se lleva a cabo mediante el mantenimiento de las habilidades y los aprendizajes de lectoescritura, promueve en ellos las capacidades de memoria, atención y concentración.
Otra de las terapias funcionales se lleva a cabo en una sala de estimulación multisensorial, donde se realiza una serie de sesiones guiadas por un profesional para que el paciente establezca una mejor conexión con su entorno y con sus propios sentidos.
Es positivo incluir a personas con discapacidad intelectual en actividades como la jardinería o la cocina, ya que esto les permite trabajar en equipo, adquirir nuevas responsabilidades y desarrollar otros conocimientos.
Las personas con discapacidad intelectual tienen capacidades especiales; no son personas sin capacidad. Ellos, como cualquier otro individuo, tienen talentos y dones que los hacen únicos. Esforcémonos por ver la otra cara de la moneda y formemos grandes amistades con estos seres humanos tan espectaculares.
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