Agonía nativa

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Katherine González

La situación de los pueblos originarios de Panamá debe llevarnos a una profunda reflexión como país. Estas ancestrales comunidades, depositarias de un vasto conocimiento acumulado durante siglos, siempre han mantenido un vínculo irrompible con la madre tierra. Sus hombres y mujeres han enfrentado innumerables obstáculos en su lucha por conservar sus tradiciones en un mundo en constante cambio social y tecnológico.

El espíritu de los pueblos indígenas fluye con la misma fuerza que el de sus antepasados. A través de sus idiomas y costumbres, llevan consigo el alma viva de su historia, una historia que merece ser honrada y respetada por todos. Sin embargo, la realidad es que este sector de la sociedad se ha visto afectado por la destrucción de sus recursos naturales a manos de personas ambiciosas y ajenas a sus territorios, como lo señala el International Work Group for Indigenous Affairs (IWGIA).

El eco de la devastación resuena en sus comunidades. La deforestación y la explotación excesiva de los recursos naturales han dejado una herida profunda en estos pueblos, arrebatándoles su forma de vida y trastocando su relación con su herencia.

En marzo de 2022, Naciones Unidas expresó su preocupación por el progreso industrial desmedido y exigió respeto al derecho de autodeterminación de estos grupos. La tierra que una vez les ofreció alimento y protección a sus hogares les está siendo arrebatada de manera constante, dejando a su paso dolor en sus vidas y corazones.

Pero sus almas se niegan a rendirse. Estos pueblos alzan su voz incansablemente en busca de justicia y respeto, pues necesitan tener potestad sobre lo que dicen y deciden, para que la lucha por el futuro de sus territorios no sea en vano y siga siendo un valioso legado cultural para sus descendientes y para el resto del planeta.

La falta de acceso a servicios básicos esenciales es otro desafío que enfrentan estas comunidades en Panamá. Las escuelas de premedia y media muchas veces están a gran distancia de sus hogares, y la escasa atención médica ha dejado una profunda huella en su bienestar y en su futuro. Hacen un llamado a favor de recibir una educación de calidad y un óptimo acceso a la salud para sus familias.

En cada sonrisa y en cada mirada de determinación se percibe la esperanza de un mejor mañana con el que sueñan los pueblos indígenas del istmo. Para ellos, rendirse está prohibido. Persisten ante cualquier adversidad, se apoyan mutuamente y encuentran fuerza en su herencia compartida. Juntos, trabajan incansablemente para preservar y promover su cultura a través de festivales y actividades que hacen brillar su esplendoroso patrimonio.

Es imperativo que se les brinde el apoyo necesario para que prosperen. El respeto y la protección de sus tierras y tradiciones, así como la promoción de su bienestar, deben ser prioridades inquebrantables para el Estado panameño. Solo a través de la solidaridad y el compromiso conjunto podremos asegurar un futuro en el que los pueblos originarios sean reconocidos y valorados en toda su grandeza.

En este capítulo de la historia, en el devenir de los pueblos indígenas en Panamá, es nuestra responsabilidad ser su voz, ser sus aliados y caminar a su lado.

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